El intercambio de información influye directamente en las organizaciones, tanto interna como externamente. Minimiza conflictos y facilita relaciones de todo tipo: personales, profesionales y de negocios.
El líder de la empresa tiene que saber cómo hacerse escuchar.
Sus mensajes deben ser como la buena publicidad: claros, precisos, oportunos y sobre todo, ¡breves! Porque nuestro cerebro primitivo discrimina y filtra los excesos, sólo asimila conceptos simples y que le lleguen en forma de emociones, es el epicentro de la toma de decisiones y en base a ello, genera respuestas positivas.
Si miramos con atención el comportamiento de los grandes líderes empresariales de hoy, veremos que se esfuerzan por tomar algunas de sus horas de oficina para compartirlas con aquellos seminarios, congresos y talleres que transmiten una nueva cultura de comunicación, la única que puede permitirles proyectarse más como facilitadores que como jefes.
La comunicación organizacional es una herramienta para lograrlo. Si nuestro líder logra además adquirir conocimientos para comunicarse con fluidez con nuestro cerebro primitivo, tiene el éxito asegurado a la vuelta de la esquina.